ARCHIPIÉLAGO GULAG (Aleksandr Solzhenitsyn)
Todos los totalitarismos son terribles, sean del color que sean. Partiendo de esa base nos podemos encontrar dramas en cualquier lado del arco político. Con “Archipiélago Gulag”, el autor denunció la situación que se vivió en Rusia después de la revolución de 1917 y hasta bien entrada la década de los 50.
Nos presenta un testimonio tremendo, terrible, un aterrador compendio de las torturas que se llevaron a cabo en los gulags de la URSS de la primera mitad del siglo XX: atrocidades que podrían exceder lo imaginado en cualquier pesadilla. El libro nos lleva desde la caída de los zares y la revolución, que coincidió con el fin de la primera guerra mundial, hasta 1958, ya entrados en la guerra fría, más de diez años después de la segunda guerra mundial. Leyendo sus páginas asistimos a unos períodos en que cualquiera podía ser arrestado, torturado, deportado o sacrificado por el bien común, el bien del Estado.
Pero el panorama en el resto de Europa no era mucho más alentador: Primera Guerra Mundial, auge de los nacionalismos italiano y alemán, guerra civil española, estallido de la segunda guerra mundial, guerra fría… Y tantos otros conflictos que me dejo en el tintero: terror puro.
Uno de los años más dramáticos fue 1937: acusaciones totalmente ficticias, desprecio total por el encausado… El autor hace un paralelismo con la Gestapo, ya que coinciden en época y procedimientos de tortura. Pero dice que los alemanes soltaban al acusado inocente, mientras que la KGB podía llegar a matarlos para no “dejar cabos sueltos”: describe cómo prendieron fuego a prisioneros de guerra de bandos contrarios porque no tenían nada que hacer con ellos y les resultaban una carga.
Resultaría excesivo volver a narrar todos los horrores que se dieron a las órdenes de Stalin, pero es imprescindible leer libros como “Archipiélago Gulag” para poder ubicarnos históricamente, no perder de vista las bajezas que hubo y que, irremediablemente, vuelven a suceder. El autor escribió el libro para denunciar los crímenes que vivió, y confiesa que estuvo a punto de convertirse en verdugo en el momento de su detención: las situaciones límite dan a cada uno la medida de su capacidad de control. Por eso escribir esta obra fue para él algo así como un acto de redención.
El autor escribió el libro entre 1958 y 1968, pero hasta 1990 no lo pudo publicar en la URSS. El manuscrito estuvo muchos años escondido, hasta que fue descubierto por la KGB en 1973. Ese año lo publicó en Francia. Ha sido elegido como uno de los libros esenciales del siglo XX por el periódico “Le Monde”.
“La línea que separa el bien del mal atraviesa el corazón de cada persona. ¿Y quién destruiría un pedazo de su propio corazón? Mientras dura la vida de una persona, unas veces está cerca del diablo y otras del santo. Pero siempre se llama igual. Siempre se trata del mismo hombre”.
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