EN AUSENCIA DE BLANCA (Antonio Muñoz Molina)
Mario y Blanca forman una pareja un tanto dispar: él es funcionario de la Diputación de Jaén y ella intercala trabajos temporales relacionados con el arte con las tareas de la casa. A lo largo de las poco más de 100 páginas del libro, Mario cuenta cómo se inició, cómo se fraguó y en qué está derivando una historia de amor marcada por la dependencia emocional que siente él hacia ella.
A lo largo de la novela, Mario se desnuda emocionalmente. Parte del momento en que es consciente de que convive con una Blanca desconocida, totalmente alejada de la mujer de la que se enamoró. Para ello nos da un paseo por todo el tiempo que ha durado su relación. Desde el momento actual en que mira frustrado a esa Blanca desconocida comienza a recordar a una joven Blanca bohemia, "pudiente", pero que, por malas compañías, estaba acabando consigo misma. A la chita callando, Mario, ese muchacho acomplejado de pueblo se cuela en su vida, hasta hacerse imprescindible.
Sin embargo, hay un escollo que, por más que lo intenta, no consigue vencer. Y es que en la vida de Blanca, de algún modo, no se han encendido todas las luces. Y las sombras que se producen son las que mantienen a Mario en guardia.
La personalidad de Mario -un tímido muchacho de un pueblo de la sierra de Jaén- me recuerda bastante al joven Antonio que se autodescribe en “El viento de la luna”, tan acostumbrado a su entorno que de algún modo la ciudad le sobrepasa. Tal vez el hecho de conseguir la plaza en la Diputación le ayuda a sentirse más ordenado, aunque ese mismo hecho a Blanca le parezca de persona aburrida. Ella es artista, son dos mundos bien diferentes…
“En ausencia de Blanca” es -parafraseando a García Márquez- la crónica de una soledad anunciada. Mario lo ve venir, eso es indiscutible. Pero necesita acostumbrarse a la nueva realidad.
Poco más de cien páginas en las que Antonio Muñoz Molina condensa todo un abanico de sentimientos: tristeza, calma, alegría, euforia, dolor, con la misma buena mano que en otras novelas que he leído de este autor. Escrita en 1999, nos sumerge muy bien, con gran profusión de detalles, en los ambientes destructivos de los años 80. Y un final de dejar con la boca abierta. No te lo cuento, mejor si lo lees.
