VIAJE AL FIN DE LA NOCHE (Louis-Ferdinand Céline)
“Viaje al fin de la noche” (1932) es una novela semiautobiográfica, en la que el autor, a través de un personaje homónimo, describe su vida desde que combatió en la Primera Guerra Mundial.
Ferdinand, desertor de la guerra, viaja a África y Estados Unidos, siempre acompañado de su amigo Leon Robinson. Finalmente vuelven a Francia, donde el protagonista estudia medicina y comienza a ejercer, pero tampoco allí terminan de establecerse en un punto: París, Toulousse…
Me gusta mucho cómo describe Nueva York a su llegada en el barco: “es una ciudad vertical, no está tumbada como las ciudades europeas, sino que espera al viajero estirada, para asustar”.
Es en Francia donde estudia medicina, pero su vida sigue siendo un desencanto tras otro, a través de sus ojos vemos la miseria que ha dejado la guerra. Cuando ejerce de médico, sus vecinos le dicen que “deje de cobrar honorarios a la gente pobre”. Pero él tampoco tiene dinero para subsistir con dignidad.
A través de las páginas del libro vemos una imagen dura de la vida: el horror de la guerra, la miseria en los países en vías de desarrollo, la dificultad de abrirse camino o la pobreza postbélica. Sin embargo, todo lo cuenta con mucha naturalidad, un lenguaje llano y cercano, a veces barriobajero, con el que intenta dibujar lo más fielmente posible la realidad que describe. Esta manera de escribir le sirvió para cosechar tanto admiración como críticas: mientras para unos consiguió crear una gran obra usando incluso lenguaje portuario; para otros llenó sus páginas de vulgaridad. Yo estoy con la primera opinión. Me parece fascinante poder crear belleza de esta manera.
El autor/protagonista reflexiona sobre la utilidad de las guerras: “¿No entiendo la guerra: ¿por qué me vienen a matar los alemanes si nos conocemos desde cuándo éramos pequeños e íbamos juntos a la escuela?”. También de la sensación de vacío y el olvido de las batallas. Sólo queda la imagen de conjunto, los combatientes sólo son peones que nadie recordará: “¿Quiénes combatieron en la guerra de los Cien Años? No lo sabemos. ¿Quiénes se acordarán de los combatientes de esta guerra? ¿Y de sus hitos? Nadie, sólo sus estudiosos…”